Cofradía de Nuestro Padre Jesús - Jerez de los Caballeros

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domingo, 18 de marzo de 2018

Recuerdos presentes (In Memoriam)



Hablaba en la anterior publicación de este blog de los recuerdos que en estas fechas próximas a la Semana Santa fluyen de forma más intensa, los busquemos o no, surgen con frecuencia en nuestras conversaciones, o en redes sociales,  a veces buscados y a veces porque algún acontecimiento los hace revivir de manera especial.
Gómez, Pérez, Hernández, Castellano, Rodríguez, Guerrero, Rubio, Ceballos, Sánchez, Martín…. y tantos más…A poco que prestemos un poco de atención, en esta cofradía, como en todas, hay familias completas, que incluso agrupan a 3 y me atrevería decir hasta 4 generaciones que participan en las estaciones de penitencia; y hablando de esos recuerdos que se presentan forzados por los acontecimientos, quiero pararme en una de esas familias que como dije en uno de mis primeros artículos como cronista, hace 17 años está tan asociada a la cofradía como el color morado de las túnicas: “los Barrios",  una familia de la que sería fácil escribir renglones y renglones pero que en estos momentos viene a nuestra memoria por la reciente pérdida que han sufrido con la muerte de María Flores, que junto a su marido Manuel Barrios recibía el reconocimiento de la cofradía en forma de premio cruz de guía 2017 y que fallecía el 26 de enero de 2018.
La noticia de su fallecimiento fue un varapalo para todos quienes la conocían y para todas las personas relacionadas con la cofradía de Jesús.
Unos días después de enterarme de la luctuosa noticia compartía en las redes un artículo del año 2012 llamado “Dulces Y Anís En La Mañana Del Viernes Santo”, en el que hablaba de esta singular tradición, siendo María Flores el principal exponente de la misma ya que durante más de una docena de lustros se ha dedicado a hacer ella misma una importante cantidad de perrunillas y algunos otros dulces para ofrecer a los costaleros y también a la banda al paso de la procesión por su calle, como ha sido costumbre en otras muchas viviendas a lo largo del recorrido del desfile procesional de la mañana Viernes Santo.
Ya dije en ese momento, que esa fue una de las entrevistas más entrañables que he tenido oportunidad de hacer como cronista de la cofradía, porque sobre todo, se hacía palpable su calidad humana, su sencillez, su humildad y como ella misma decía refiriéndose a su familia, “nuestra fe que es muy grande”. Sin Duda, una buena persona, una gran persona.
En varias ocasiones hemos hablado de ese trabajo invisible que  se realizada para la cofradía, en distintos ámbitos que van desde la propia Junta de Gobierno, que obviamente tiene ese compromiso, hasta personas que de modo individual aportan su grano de arena, sin tan siquiera tener obligación de ello, sin pedir nada a cambio, pero movidos por un profundo convencimiento y pasión por nuestra Cofradía. María es uno de esos ejemplos de trabajo callado y de entrega que ha contribuido a mantener una tradición tan peculiar a los largo de tantas décadas.
Una entrega y un gesto que acabaron por convertirse en una cita ineludible con los costaleros, con todos los hermanos de la cofradía que acompañan a los pasos desde la “madrugá” del Viernes Santo, con su familia, ya que como ella mismo dijo: “aquí  entran muchos que no sé ni quiénes son…pero para mí son todos como familia” porque todos “tenemos mucha fe con Jesús".
Precisamente ese momento en el que tantas personas pasaban por su casa, o desde la calle recibían el obsequio de la tradicional perrunilla, ha sido uno de los que, junto al momento de la puerta o de Santa María o la primera levantá, ella ha disfrutado más, y que en la citada entrevista explicaba con estas palabras:
 Yo prefiero la de la mañana, por que los costaleros están toda la noche sin acostarse y están ahí en la puerta rompiéndose el alma na más por entrar y coger el paso, aparte de que cuando llegan a mi casa, se paran y suben todos los costaleros (y los que no lo son) y están aquí media hora paraos y suben a casa a tomarse la perrunilla y la copa de anís, que para mi es muy grande eso.” 
Y esa es una de las grandes enseñanzas que nos deja María, el de hacer hermandad en un momento  que le da pleno sentido a la palabra ágape, y que sirve para unir a las personas que en muchos casos es la única vez al año que se encuentran, o que ven a María y su familia gracias a ese gesto de abrir su casa a todo el mundo,  con la única condición de que vayan acompañando a Jesús.
Un compromiso que María, arropada siempre por su familia, ha mantenido incluso cuando su estado físico era delicado debido a una caída accidental, fiel a su fe, fiel a su gente, fiel a esta tradición tan singular.
De siempre me han enseñado que hay que escuchar y respetar a nuestros mayores, quizás porque así, aparte de poder compartir los conocimientos que han atesorado a lo largo de sus años de vida, también podemos mantener ese vínculo con nuestro pasado, con nuestra raíces y tener muy claro que aunque la vida pase en esa carrera incesante hasta el futuro, no debemos olvidar ni dejar atrás nuestro origen, nuestra esencia y, sin duda, aprender del ejemplo que nos dejan como legado, algo que adquiere especial relevancia en esta cofradía con más de cuatrocientos años de historia.

Repasando fotos del año pasado, es inevitable no emocionarse al pensar que no veremos a María este año, aunque estoy convencido que estará con nosotros, de otra manera, pero con la misma sencillez y la enorme sonrisa con la que siempre ha recibido a todo el que cruzaba el umbral de su portal; y también verá desde otra calzada más elevada aún, la procesión y a su querido Jesús, mientras los demás honraremos su memoria cada vez que le demos un bocado a un dulce en la mañana del viernes santo, sabiendo que ha dejado una huella perpetua en nuestros corazones.
¡Gracias  por todo María!

¡Arriba Jesús!

Antonio M. Rivera Carrasco + 2018






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